Episodio : 23. La Vida en el Campo
00:00:00 - Ya en Olaia llegamos a una choza de 6 metros de largo por 4 de ayer.
por cuatro de ancho de paja y paredes de vareque y piso en tierra donde habían camas de callabraba de seis metros de larga, esteras del ático y cabían cómodamente seis personas en cada cama.00:00:43 - Por debajo de la cama andaban los cuelles y allí mismo funcionaba la cocina, el agua, se la iba a traer a un chorro que estaba dos cuadras, habían arañas grandes, culeras, la crana y la gatina escucarán, ratas y ratones, las ropas irpregnavas de olor a humo y se amarillaban, yo no se ponía esa ropa sin atención porque tenía que trabajar. En vista de la vida tan exigida del campo para poder sobrevivir, vivir en condiciones intrahumanas y con un completo aislamiento social y económico, esto me traía mucho complejo y aburrimiento.
solo estuve sin hacer nada unos tres días al cuarto día me dio vergüenza y me puse con una pala a ayudar a papá a cultivar las matas, a las ocho días, a los ocho días, no hay agua donde poner las manos llenas de apoyo, el cuerpo muy adorido, el mugre y el sudor pegado en todo el cuerpo han tocado de todo que no podía obtener hasta que me acostumbré a resistir el calor del son la partiga del cuerpo, la sed, a tener las manos y las uñas llenas de tierra y totalmente cultivas. El cuello y los trazos quemados por el sol, a estar aislados de la sociedad comiendo lo que había por lo general, el café se lo tomaba con todo lo que había en la vida, tanto en la mañana como en la tarde como en las duchas, en las tardes, aguantando muchas necesidades primordiales y a todo lo que se tenía que hacer en el campo, uno no tenía derecho ante Mars y tenía que soportar el perdioso y aburrido yo del trabajo semanal.00:02:33 - Lo peor es hacer lo que a uno no le gustó, como en Lolaia no había horno, nomás no podía hacer el pan para vender y comer, si él abonde decía. Al pueblo se salía los amigos y se regresaba pronto para venir al morzar a la casa veredal y la plata estaba escasa y por lo mismo tenía que ayudar a las labores de campo como cuando eran. Trabajábamos hasta las cinco de la tarde y después de cenar caía rentado a la cama. No había televisión ni radio, lo único que agitaba aún no era el divino de los cugis, las chicharras en coro, los audíos del morrogoi, un pájaro retorno muy feo, el cuscundo, la lechusa que andaba buscando que comer el medio de la noche oscura, y a veces el audío desesperado de los perros, que según la creencia se decía que alguien va poris y está recogiendo despas. Cuando uno iba a orinar, afuera tenía que llevar lámpar o las ratas y latones al daban muchos culebros en casería. En cinco ocasiones ya rescandó el opaco de la lámpara, no estuvo matando culebros que se estaban atrofimando a la pora, por lo general se tenía una o dos barras al caramorte para matar estos animal. A todo esto tuve que acostumbrar. Mamá y Livia eran sin agüero para matar culebro.
00:04:05 - Mamá nos decía, a una culebra lo primero que se hace es que gran en la mitad la pendenuta de un garotaz y una vez hecho esto se le da en la cabeza para matar. De tanto ver estos animales como se familiarizaba y ya no sentía fan. Este modo de vivir no me agradaba siempre pensaba en la hora de salir para otra parte, de buscar algo mejor y que no sea tan escanso. Mi papá estaba de empleo y necesitaba mi ayuda, no había tanta para pagar los peores. Lo logró y te dió sobre lugar el abandono, la búsqueda, la situación económica, la la discriminación y aislamiento del sector urbano, la decendencia absoluta en relación con la tierra que viniera a trabajar de manera existida para poder subsistir, me tenía la cabeza en otra parte totalmente arruído y melancólico, no encontrando gusto ni diversión en nada.
00:05:12 - Dentro de nuestra pobreza siempre estaba el detalle de mi mamá que llegaba con algo a visitar, que es al trabajo, como era un guaná, un papaya o un alimento.
00:05:22 - Como pueden ver mi niñez no fue tan fácil, con mi abuelo tenía que ir al avión, volver ya de siete años y medio y yo había un supermercado, esto eran las paceras que cultivaban programando las ciendas, las llenas, etcétera, para que no pate que comércate.
00:05:43 - Cuando el sol quemaba y el cansancio me saludaba, el compañero insegurable que nos visitaba y ayudaba era Jodunjo Martín, hijo de mi tía Zael, y ahí va mucho con mi papá y nosotros, se estaban meses enteros y en medio del trabajo nos alegraban con sus chistes, anécdotas que cambiaban el término de la negociación.
00:06:07 - Los hábalos por la mañana poníamos el híjido en una taza ronda y la colocábamos sobre una taza buena y dos paras hacia el debajo.
00:06:17 - Luego echábamos agua para espilar la tequilla que se conquistía en el mejor shampoo y reemplazaba el mejor jabón, nos dejaba bien limpios, solo los brazos y el cuello estaban bien negros por soportar el calor.
dejó el museo el agua y se rendí y le picábamos hojas de escuvilla y al día siguiente nos peinábamos con ella y se tenía un buen vigador. Se descansaba el domingo pero el lunes, el lunes a sábado el trabajo era parejo y faltaba tiempo para terminar todas estas mañanas de trajo.00:07:32 - Subtítulos por la comunidad de Amara.org