March  2, 2022

Episode 44: 44. Carta de San Martín a Tomás Guido, 1834 1 parte

Primera parte de la carta del General José de San Martín a Tomás Guido, el 1 de febrero de 1834, criticando los sucesos políticos del Río de la Plata y concretametne el Gobierno del General Balcarce por el nombramiento de ministros incompetentes y corurptos.
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por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, con Benjamin Marie, encargado en negocios de la Bélgica, cerca de que el gobierno, cuando me encuentro con la suya del 20 de octubre, tratada en Buenos Aires, en la que me da extenso detalle de las ocurrencias acalcidas en nuestras desgraciada patria.

00:00:44 - Usted me hará la justicia de crearme si la seguro que, lejos de sorprenderme a su recibo, las esperaba como cosa inevitable.

00:00:52 - En prueba de ello, digo usted a Goyo Gómez, le manifiste en la que le escribía a se poco menos de tres meses, y por ella vera si había anunciado con antelación esta catástrofe, sin que para ellos fuera necesario una gran previsión, sino la de conocer los hombres de la pasada administración.

00:01:08 - El general Belcarce me ha merecido y merece la opinión de hombre de bien y con buenas intenciones, pero sus talentos administrativos y sobre todo su carácter poco conciliante y al mismo tiempo muy fácil de dejarse dirigir, no los creía en armonía con su posición.

00:01:29 - Sin embargo, cuando supe su elección a la presidencia, no dudé que su administración tuviera una feliz resultado, si como me la parzadiza radiaba de hombres de propiedad y talentos. Pero ¿cuál sería mi sorpresa cuando supe que la flor innata de la chocarrería pillería de la más sublime inmoralidad y de la venalidad de la más degradante, es decir, que el ínclito y nunca bien ponderado Enrique Martínez había sido nombrado a uno de los ministerios. Desde este momento empecé a tener a temer por el país, pero aún me acompañaba la esperanza de que los otros dos ministros, aunque para mí desconocido, les arrepentaban un poco pondrían un dique a las intrigas y exceso de su colega y manifestarían a avalcarse la incompatibilidad de la presencia de un hombre como Martínez con la opinión y honor de todo el gobierno. Pero esas esperanzas desaparecieron completamente al ver que estos ministros fueron reemplazados por el doctor Steyl y Ugar Teche. Con esta trinidad no me quedó otra cosa. Quiero hacer que entonale el oficio de Aguilizante, por usted dedicada a Patre. Pero como en este miserable mundo todo se haya compensado y según el adagio no hay mal que por bien nos venga, yo creo que los últimos acontecimientos van a poner fin a los males que nos han afligido desde el año 10 y que a nuestra Patre se le abren una nueva área de felicidad. Así como creo la nueva administración marcha con un paso firme y no olvidando los 24 años de ensayo en busca de la libertad que jamás ha existido. Me explicaré. Es preciso convenir que hay una cosa que trabaja sin cesar los nuevos estados de América y que les impide gozar los bienes anexos a la tranquilidad y orden. Uno lo atribuyen a la transición repentina de la esclavitud a la libertad. Otro es a que las instituciones no se en la armonía, ni con la educación que hemos recibido, ni con el atraso en que nos hallamos, pues la idea de mandar y obedecer, y al mismo tiempo ser vasallo y soberano, supone conocimientos que no pueden esperarse de una nación en su infancia. Algunos a la desmoralización, consecuencia de una revolución que todo lo ha trastornado. No falta quien de por causa del espíritu velicoso que imprime a toda nación una guerra dilatada. Todas estas causas pueden construir muy eficazmente, pero en mi pobre opinión lo que prolonga esta serie de revoluciones es la falta de garantías que tienen los muchos gobiernos. Es decir, que estos dependen del capricho de tres o cuatro jefes a los que con degradación tienen que contemplar y agular o a la masa del bajo pueblo de la capital, veleidosa por carácter y fácil de extraviar por corto número de magogos.

esto lo comprueba las frecuentes revoluciones de la fuerza armada, como la tentativa al doctor Taglen del año 23, en que sólo 180 pillos tuvieron el abuelco de un lado por derribar un gobierno que es Menester Confesar, fue el más popular de Buenos Aires en aquella época.

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