Episodio 17: Academic makers parte II. La gran paradoja de la educación.
Música: Camilo Monery
Hola, mi nombre es Andrés Novoa y esto es KWX kuwoxati podcast.
Episodio No 17
Academic makers parte II. La gran paradoja de la educación.
Preludio
Reflexionar en estos momentos acerca de la educación, solo me permite ver la gran paradoja que se esconde detrás de esta institución social que se reúsa a cambiar a pesar de estar estructurada con las bases de la mitad del siglo pasado. Las sociedades han cambiado, las tecnologías han acelerado nuestra percepción de la vida, el acceso a la información y la poca pedagogía de las redes hace que el universo de conocimiento sea infinito pero que los intereses estén mediados por el entretenimiento y el consumo. No estoy satanizando ninguno de los dos, pero si creo que en una época como la que estamos viviendo, la educación debería tener la capacidad de convertirse en ese eje transformador y generador de diálogo y debate. Así, tal como lo veo, la educación como institución social, está hecha para coartar la creatividad y el pensamiento crítico, es estática y busca personas sin la capacidad de pensar el mundo. No en todos los casos, siempre hay maravillosas excepciones, profesores que aman la naturaleza de la enseñanza como una oportunidad para la proposición, reflexión, el diálogo y la construcción de conocimiento colectivo, y estudiantes que asumen el reto de pensar y pensarse en un mundo complicado, pero a final de cuentas, la educación en todos sus niveles es frustrante, en los primeros años es una guardería, en el colegio es una uniformidad, en las universidades es prepararlos para ser empleados, y cuando alguien se atreve a querer más, un posgrado por ejemplo, termina siendo un diploma que no le aporta ni a su sueldo, ya que el trabajo es precario y poco valorado. Hablemos un poco de la gran paradoja de la educación.
Puntos de fuga
Tomo la paradoja como punto de partida, por entender la educación en el sentido contrario al que tenemos hoy en día como institución. Es necesaria para la formación, creación y transformación, pero definitivamente al estar anclada en estructuras no acordes al contexto, termina coartando la creatividad, el pensamiento crítico y propositivo, y se piensa estructuralmente como un negocio. Quiero entonces desarrollar algunos puntos para comprender esta paradoja.
Probablemente la pandemia aceleró muchos de los procesos de transformación en la educación para los cuáles no estábamos preparados. Pasamos de clases presenciales en el aula a clases con ayudas virtuales que invitaron a replantear percepciones como el espacio, la tecnología, la pedagogía y la comunicación. Es difícil dimensionar todos los aspectos de este cambio forzado por una situación para la que no estábamos preparados, y se hace más difícil pensar que estando ante una gran oportunidad de poner sobre la mesa las estructuras de la educación para reflexionar sobre ellas, simplemente estamos dejando que la vida pase y que las decisiones de otros medien la experiencia que estamos teniendo que incorporar a la educación. En un mundo con tiempos fragmentados donde se le da valor a ciertas cosas como estar sentado frente a un escritorio y tener un pago por el número de horas nalga que se hicieran en la institución, los profesores nos vimos enfrentados a trasladar nuestros espacios de trabajo a nuestras propias casas, generar ambientes distintos y abrir nuestros espacios antes privados a una cámara y una grabación. La preparación fue nula, nos encontramos con que se debían dictar clases sin siquiera pensar que no podían ser las mismas clases, sin pensar en la disposición de los estudiantes, de la mediación de la tecnología, ni de las competencias que se debían tener para enfrentar esta nueva dinámica comunicacional.
La llamo abiertamente dinámica comunicacional, porque nuestra labor como docentes se convirtió en encontrar múltiples canales para estar conectados con los estudiantes de todas las maneras posibles y aparece una de las grandes paradojas, las instituciones no tienen control sobre los tiempos ya que el trabajo en casa se debe medir por resultados de otro tipo, y en casa, a los docentes se nos multiplicó el trabajo de maneras inimaginables, capacitaciones, formatos, plataformas, nueva preparación de clases, presentaciones, contenidos, etc., que terminó siendo para algunos una gran oportunidad de entender el tiempo de la pandemia como el tiempo de nuevas pedagogías y conexión, y para otros se convirtió en un martirio, profesores que pensaron que dictar clases en una pantalla era lo mismo que dictarlas en un salón, no dinámizaron su experiencia en el aula virtual (tampoco tenían cómo, ya que no existió ni capacitación ni interés en hacerlo), y se encontraron con las típicas frases que tanto se han escuchado en esta pandemia:
“es que los estudiantes no participan” “es que me siento hablándole a un muro” “es que no prenden la cámara” es que y es que y es que... y es que nadie pensó que en un mundo mediado por las redes, el internet, el entretenimiento y la conexión, son los estudiantes quienes llevan la delantera, no le podemos pedir a un profesor de la vieja escuela que de la nada sea experto en redes, en entretenimiento, o en manejo de plataformas, seamos francos, así creamos algunos que estamos jóvenes, no manejamos ni el 10% del universo de la conexión y la virtualidad, y así no exigieron seguir, como fuera, pusieron sobre nuestros hombros temas como la deserción, cómo la falta de interés, cómo el máximo de responsabilidades sin medir el impacto en nuestra vida cotidiana: sobrecarga de trabajo, estrés, ansiedad, poco tiempo libre y además, pusieron en nuestras cabezas el estar pensando que en cualquier momento el trabajo se puede acabar, porque cómo hay crisis.
Ahora la figura del profesor pasó a ser todero y ratero como diría un amigo mío, hacemos de todo en cada rato que tenemos libre, exceso de informes para tratar de justificar nuestro trabajo, reunionitis aguda (reuniones que podrían ser un correo), clases sincrónicas, asincrónicas, tutorías, investigación, una que otra sobrecarga que no está planeada, documentos, informes, a fin de cuentas estamos en casa y debe ser que no estamos trabajando. Ese viejo mito de la productividad, tengo que demostrar con datos y cifras, y muchas cosas de las que hacemos son cualitativas, entender las sensaciones de los estudiantes en el aula, escucharlos, generar conexiones, conversaciones, diálogos, preparar clases, comprender en esa dinámica comunicacional cuál es la mejor forma de contar lo que queremos contar, y así, un sin fin de actividades que no se pueden simplemente colocar en una tabla de Excel o en una plataforma.
El profesor a final de cuentas pareciera que debe ser una persona entretenida, cada clase debe ser un stand up comedy que permita que los estudiantes puedan disfrutar la clase, y ante la impotencia de la situación, se desaprovechan los recursos y se saturan los medios. Hay una falta de adaptación al cambio tremenda, culpa en la medida por las instituciones que no dimensionaron lo que pasaba, y culpa también de muchos profesores que no han sabido leer su rol en este contexto particular.
El estudiante por su lado tiene un rol también bastante impactante, saben leer la situación mejor que nadie, aunque también tienen afecciones de todo tipo. El encierro marcó un momento de crecimiento de las depresiones, de la ansiedad, de las enfermedades autoinmunes, del poco bienestar, la salud mental tomó un protagonismo enorme y por supuesto, las clases que no buscaron el diálogo para comprender que ocurría, terminaron siendo aburridas y con poca interacción. Hay frustración, hay melancolía, hay aburrimiento, hay soledad y sobre todo hay poca motivación.
Estamos frente a una gran oportunidad, buscar la posibilidad de contar con modelos híbridos que combinen las posibilidades de la virtualidad aprovechando sus grandes alcances, y generar espacios encuentro que permitan la experiencia a otro nivel. Valoremos al profesor en su labor, dotémoslo de herramientas para aceptar los retos de la docencia, valoremos al estudiante y entendamos sus necesidades y proyecciones, el desencanto de los jóvenes pasa por creer que no tienen un mundo en el cuál vivir bien, es por ello que la academia en todos sus niveles debe tratar de generar retos, dialogar, debatir, generar espacios de reflexión sobre el mundo, sobre las sensaciones, sobre lo que percibimos, poner sobre la mesa problemáticas de nuestro cotidiano, del barrio que habitamos, de la ciudad donde interactuamos, del país y del mundo. La academia debe tener un rol significativo en el cambio, debe ser participativa, creativa, recursiva, con conocimiento colectivo en red, que permita multiplicarse y esparcirse entre todos.
La academia debe dejar de formar borregos, conformistas o empleados, debe reflexionar sobre el mundo que nos tocó vivir, y dar las herramientas tanto a profesores como a estudiantes para hacerlo con un compromiso mayor. Necesitamos una contraeducación, salirnos de la paradoja de la comodidad, del deber-ser o de la postura social. Es tiempo de cambiar el modelo, de confiar en los profesores, de dotarlos de herramientas, es tiempo de reconocernos como actores vitales de la transformación, no somos simplemente un valor administrativo que calienta un puesto, nuestra labor se da en el aula, virtual o no, pero debe repercutir en la reflexión sobre las problemáticas del mundo, el la transformación por medio de la creación y la proposición, en la construcción de un mundo en el que realmente tenemos oportunidades. Salgamos de la paradoja de la educación.
Reflexiones finales
Las instituciones no son guarderías ni espacios para tener a los niños mientras los grandes trabajan. Si han de servir de algo, que sean espacios de retos y compromisos con el mundo en que vivimos. Las instituciones deben también madurar, reflexionarse, pensarse, comprender los diferentes contextos en los que se encuentran.
La academia debe convertirse en ese espacio simbólico de reflexión y transformación. Debemos potencializar la creatividad, la cotidianidad y el pensamiento. Dejar a un lado los estereotipos de lo que limita y prohíbe, y más bien dar posibilidades para acceder a mejores espacios de interacción, diálogo y debate.
Estamos frente a un momento único que no debemos dejar pasar. Hay que reestructurar las bases de la educación, comprender que en estos tiempos las variables han cambiado y que nuestro rol es totalmente sifnificativo para el cambio.
La paradoja de la educación debe pasar a ser la oportunidad de construcción del conocimiento colectivo y en red.
Hay que aprovechar los recursos que tenemos, la interacción debe ser la base de cualquier transformación. Probablemente es un cambio que se dará en el tiempo si existe voluntad y recursos. ¿Las instituciones estarán dispuestas a generar esta transformación?
Probablemente es momento de reflexionar sobre la educación, ¿educar para qué? ¿Cuál será el rol de la educación en el mundo? ¿La academia está generando los espacios de reflexión y transformación? ¿Es la educación la destinada a ejercer un papel trascendental en el mundo? Hay que salirnos de la paradoja de la institución social de la educación para reencontrar la educación como eje y pilar de las sociedades y no solo como un negocio. Es tiempo de hablar de cosas que pueden ser incómodas para muchos, pero necesarias para poner sobre la mesa el papel de la educación en la sociedad y los roles e impactos que cada uno debe tener.
Con esto acabamos este episodio de KWX Kuwoxati podcast, cuénteme que opina de estas ideas, comparta sus experiencias en el aula de clase, o simplemente charlemos. El diálogo está abierto. Sígame en @camaleonenojado en Instagram, en @AndrésNovoa en Facebook, o escriba a través de la plataforma de podnation.co, o escríbame a [email protected] Nos encontramos pronto. Buena energía.