Episodio 48: Filosofía: cinco minutos en dial 48
00:00:00 - La filosofía se les presenta a algunos como un medio homogéneo. Los pensamientos nacen y mueren en ella. Los sistemas se edifican para después hundirse. Para otros es cierta actitud que siempre tenemos la libertad de adoptar. Para otros, en fin, un sector determinado de la cultura. Para nosotros, la filosofía no es la consideración de una manera o de otra, esta sombra gris de la ciencia, esta eminencia gris de la humanidad, no es más que una abstracción hipostaseada. De hecho, hay filosofías. Quien se expresaba de una manera así bastante descometida para con su propio metíe. Es, sin embargo, uno de los hombres que con más empeño y pasión se ha dedicado a filosofar y hasta ha logrado llevar la filosofía a la calle, a los cafés y a las traturas de aficionados. Jean-Paul Sartre inicia con esta frase su obra filosófica más ambiciosa, la crítica de la razón dialéctica, cuyo mismo título nos da idea de sus pretensiones de superar el enfoque del campo. ¿Era consciente Sartre de la dificultad de su empeño? Posiblemente sí, pues de lo contrario se habría expresado de otro modo. ¿Qué se ha tenido a la vista los magros resultados consensuales de las filosofías comprometidas o más bien de los filósofos comprometidos entre los cuales se contaba? Tal vez tenía dudas sobre los resultados de una teoría filosófica omnicomprensiva viendo que al fin y al cabo no le faltaba razón a quienes denunciaban al marxismo como un gélismo invertido, un idealismo al revés. Pero sobre todo lo que esta frase pone en evidencia es el convencimiento de una imposibilidad radical, la imposibilidad de lograr para el pensar filosófico ese tipo de unidad monolítica, metodológica y temática, a la vez que caracteriza a la ciencia. Sartre ve que no se puede hablar de la filosofía como se habla de la ciencia en singular y con mayóncula. Aunque haya muchas disciplinas científicas, muchas teorías y métodos innumerables investigadores, todo ello puede reducirse sin esfuerzo a un solo concepto que, aunque un poco vagamente, designa, sin embargo, con suficiente claridad, un tipo de actividad acerca de la cual todos estamos de acuerdo.
00:02:49 - Cuando hablamos de la ciencia, todos sabemos de qué hablamos.
00:02:55 - Con la filosofía no ocurre lo mismo.
00:02:58 - Como dice el mismo Sartre, poco más abajo, puede suceder que una corriente, una teoría filosófica, se constituye en un momento dado como expresión de una sociedad una cultura y logré así cierta unidad de reconocimiento y consenso. Pero esto es circunstancial, pasajero, inesencial, incluso si atendemos a la suma de estos intentos, incluyendo todos los que existen con la teoría pretendidamente triunfa. No hay filosofía. Hay filosofías y filósofos, formando un agregado heterogéneo y desordenado, con diverso grado de fortuna y aceptación. Parece que Sartre, al contrario de Hausser, no tenía esperanza en que la filosofía llegara a ser una ciencia estreta. Y sin embargo, filosofamos, él mismo filosofaba, presuponiendo ese empeño y la esperanza de alcanzar una totalidad reflexiva compartible universalmente. Aún sabiendo que eso es imposible. Sartre fue un pensador con lucida vivencia del fracaso radical de la existencia. Nunca alganza la meta que se propone. Pero esa meta imposible es toda la razón de su vida, de cada paso suyo. Por eso el hombre es una pasión inútil, según la famosa definición sartreana. También la filosofía es un empeño inútil, y en eso reside su grandeza, como la de todo urmana. Paradoja, quizá, pero sin duda, muy sugerente para los tiempos que corren.