Episodio 28: Filosofía: cinco minutos en dial 28
00:00:00 - Una de los factores que precisamente ponen a nuestra aparente inferioridad sudamericana sobre el tapete es la historia.
00:00:15 - La historia consiste en una especie de línea recorrida por la humanidad en la cual se da una abajo y una arriba y ese arriba está colocado un poco más allá de donde estamos nosotros.
00:00:28 - Rodolfo Kush fue un pensador preocupado por sondear la realidad americana sin distorsionarla aplicándole categorías lucubradas para pensar otras realidades, ni mejores, ni peores, sino distintas.
00:00:45 - En una de sus obras, Geocultura del hombre americano, a la que pertenece el concepto mencionado,
00:00:52 - Se hace cargo y cuestiona la aparente objetividad de nuestros historiadores, aunque no solo de ellos.
00:01:00 - En esa visión de la historia lineal, perfeccionista y unidireccional a que estamos habituados los pueblos americanos, tardíamente emergentes en el concierto occidental y con diversos problemas de integración e incluso de identidad, siempre quedan colocados un poco más abajo de lo deseado.
00:01:22 - Es como un examen reiterativo que nunca se aprueba, como una permanente carrera que nunca se gana.
00:01:32 - Es natural que sobrevenga a la decepción que aparece cíclica y puntualmente luego de periodos delforia perfeccionista de resultados frustrantes. Cush, como otros pensadores sinceramente preocupados de esto, considero que la raíz del problema consiste en haber aceptado modelos inadecuados, ejemplos y visiones históricas que nos colocan sistemáticamente en desventaja, porque valorizan a priori algo distinto a lo nuestro. Pero entonces surge la inevitable pregunta ¿Qué es lo nuestro? Desde hace varias décadas el pensamiento al latinoamericano se ocupa del asunto y si bien se han producido interesantes reflexiones, hoy por hoy el tema parece un tanto agotado como si no se pudiese llegar a un resultado efectivo. En realidad Cush indirectamente ya había adelantado la inutilidad de esas visiones globales al rechazar la idea de que el ser americano pudiera definirse en términos esenciales, en términos de la filosofía europea. Lo nuestro, lo propio decía, es más bien un estar y el estar no se define un híboca universalmente, al menos no en la tradición filosófica occidental. No hay entonces un estar igual para todos, así como hay sí una definición esencial, un híboca de hombre para todos, como la famosa que dio Aristóteles. El estado americano, la peculiar instalación nuestra aquí, no se define con pulcritud, pero puede describirse y sobre todo puede experimentarse, apreciarse, pero a través de otros instrumentos, a través de la comprensión de lo simbólico del lenguaje y la mentalidad del pueblo que aquí habita. Estas ideas de Cush, que por cierto, en la formulación que él les dio son originales y valiosas, no son absolutamente nuevas ni fueron únicas. Otros, antes y después, aportaron en el mismo sentido. Pero Cush hizo algo más y en eso fue único. Llevando hasta el fin su teoría de que el estar se vivencia y en el estar se está y que solo a través del lenguaje simbólico de los que están podemos filosofar auténticamente los americanos, dejó la vida ciudadana y académica, se trasladó a la puna y se dedicó a dialogar con los pobladores autóctonos en lugar de hacerlo con sus colegas universitados. El resultado de sus diálogos es un gran archivo, casi secreto, sobre cuyo valor es difícil dar un diagnóstico. Sin duda le serviría a él. No se sabe en qué medida puede ser útil al filosofar de otros. Pero sí vale decir que quienes quieran ser auténticos filósofos del estar o llamarse discípulos suyos deben andar su mismo camino, aunque lleguen a otra parte, porque eso es otra cosa. Si lo hacen habrán demostrado en los hechos que hay otra forma de hacer interpretar la historia, una forma en la cual no estamos más arriba ni más abajo sino sencillamente en otra parte, como pensaría Kush mirando el rojo atardecer de la puna.