Episodio 21: Filosofía: cinco minutos en dial 21

00:00:00 - Nada hay, ni habrá fuera del ser, ya que el destino lo encadenó en una totalidad inmóvil.

00:00:16 - No es, por tanto, más que puro nombre todo lo que los mortales existuyeron pensando que era verdad. Cinco siglos antes de Cristo, Parmenides de Lea, en un poema sobre la naturaleza, enuncia estas frases junto con otras similares e igualmente tajantes. Son los primeros pasos del pensamiento abstracto y, por cierto, han dejado huella hasta hoy. Platón lo ensalzó como el filósofo de la unidad de las razones strictas y Aristóteles, que no compartió sus ideas, lo menciona en un lugar honorífico entre sus antecesores. Los rastros de sus ideas pueden seguirse a lo largo de los siglos ulteriores, resolviéndose siempre en uno de los dos polos de la atención metafísica, el ser y el devenir. El ser, lo que es, no puede cambiar, evolucionar, devolucionar, devenir, porque es imposible que a la vez sea y no sea. Esta percepción de la rigurosa exigencia del principio de no contradicción propia del pensamiento llevó a Parmenides a trasladarla a la realidad con toda su fuerza, incluso al precio de negar algo tan evidente como el movimiento, por ejemplo.

00:01:39 - Parmenides, fiel a su principio de identidad, prefiere negar la realidad del cambio, atribuyéndolo a mera apariencia, al puro nombre que los mortales ponen a largo que es una sola e inmutable realidad como si fuera muchas cosas.

00:01:58 - La homogeneidad, la unidad y la permanencia ontológica garantizan la estabilidad del pensamiento, el sentido del pensar. Si pensar es aprender la realidad y esta cambia permanentemente, no podríamos aprender nada y nada tendría sentido.

00:02:19 - Esa es la objeción que Platón formulaba a los críticos de Parmenes. Platón mismo, en su rígida teoría de las ideas y todas sus secuelas teóricas, culturales y políticas incluso, es una muestra de los desarrollos filosóficos posibles a partir de aquel hermoso y enigmático poema parmenidio. Hay otras secuelas más remotas pero igualmente detectables. Toda una línea de pensamiento abustado con ahín con la seguridad del sentido sacrificando la diversidad, el matiz, la individualidad y lo concreto, considerando mero nombre apariencia sin importancia las diferencias que ostenta la realidad. Algunos, yendo más lejos, han querido suprimirla no sólo del pensamiento sino de las cosas mismas. Hoy no vivimos en un mundo filosófico parmenilio. Se tiende a la fragmentación, a salvar la diferencia, lo concreto. O eso se dice, al menos.

00:03:25 - Pero también al alto precio de renunciar al sentido. En el fondo se está aceptando el viejo dilema que se planteaba parmeniles, o las cosas como aparecen, o el sentido del pensamiento.

00:03:38 - Ferre hay desesperante opción, sin duda. Mucho más para nosotros, hoy que para los griegos, cercanos a la origen de la filosofía porque ya hemos transitado tantos de sus caminos que parecen quedarnos pocas alternativas. Podríamos encontrar una salida al dilema, hallar una respuesta que de razón de lo diverso, sin perder la unidad del pensamiento, hay que reconocer que se ha intentado muchas veces. Varias teorías cérebres se inventaron para eso. Por ejemplo, la analogía de Tomás el Akinate, la visión en Dios de Malebrouche, la armonía preestablecida del Ángelis. Otras soluciones propuestas fueron más radicales y propiciaron una total separación de los problemas como propuso la filosofía analítica.

00:04:31 - Pero seguimos discutiendo y la solución definitiva parece lejana. O es que empantanados en el dilema mismo, lo hemos interiorizado tanto que la diversidad teórica de posibles soluciones nos parece un sin sentido. ¿Por qué una teoría unificadora? ¿Podríamos alguna vez en la filosofía y en la vida escapar de Parménides?