Episodio 10: Filosofía: cinco minutos en dial 11
solo hay dos clases de conceptos que admitan otros tantos principios distintos de posibilidades sus objetos, los conceptos de naturaleza y el concepto de libertad. Así comienza Kahn su argumentación sobre la división de la filosofía con una formulación técnica que tiene como correlato a aquella política frase suya. Dos cosas me admiran, el cielo estrellado fuera de mí y la ley moral dentro de mí. En ella vivenció Kant esa dualidad insuperable entre el modo y el yo, entre el serie y el deber, entre la filosofía teórica y la práctica. Esta distinción tuvo afortuna, tanto que hasta ahora todos de alguna manera solemos pensar conforme a ella. A nuestro modo tenemos, como las obras o mones más canteanas, una razón especulativa y una práctica que responden a las preguntas que él mismo se planteó. ¿Qué puedo saber y qué debo hacer?
00:01:07 - La irreductibilidad de los dos principios de ambos órdenes racionales impide todo pasaje y hasta todo puente. Por eso, la pretensión de fundar el deber ser, la moral, en el ser, la realidad, se ha denominado falacia naturalista. Así se ha fortalecido y donmatizado aquel principio canteano, con consecuencias bastante significativas en el orden de las ideas.
00:01:33 - Kant no quería causar dificultades filosóficas, científicas ni morales, sino al contrario, quería eliminarlas. Comprendió que las controversias interminables sobre la moralidad debían ser superadas y se quería hacer ingresar a la ética en el ámbito de la razón.
00:01:52 - Por tanto, había que buscar formulaciones auténticamente universales. Las encontró en su postulación del imperativo categórico moral que no arriesga a decirnos qué debemos hacer concretamente sino que nos advierte obra de tal modo que el principio de tu acción pueda convertirse en principio universal no nos dice no debes robar sino piensa si el principio de acción implícito en el robo es decir está permitido robar puede transformarse en principio universal de modo que todos pudieran hacerlo y si estarías de acuerdo.
00:02:32 - A este tipo de formulación se le llamó formalismo y algunos usan esta denominación un tanto pejorativamente. Pienso que, sin embargo, es el esfuerzo filosófico más logrado por hallar un principio práctico universal. El precio fue, obviamente, la vacuidad de contenido. Esto no resultó grave mientras la cultura cotidiana sancionó como irrazonable ciertos comportamientos, por ejemplo el robo universal, así no se podría vivir, se dice y en cierto sentido y en determinados contextos es verdad. El espíritu innovador ha llevado también a ir desmembrando esas convicciones y mucha gente hoy ya no está segura de nada. Actualmente la versión canteana toma la forma de la moral consensuada o de la regla de juego. Debemos hacer aquellos sobre lo cual nos ponemos de acuerdo, respetándolo como una regla de juego, pero no en virtud de otras consideraciones, su verdad, su bondad, etcétera, porque eso nos llevaría a una disputa interminable.
00:03:36 - Estamos en el límite de las posibilidades. Sin reglas, no hay juego. Pero ¿por qué querer que haya juego? También podríamos renunciar al juego mismo, aunque las consecuencias fuese en catastróficas. Después de todo, está en el marco de las posibilidades de la libertad humana. Obrar moralmente parece requerir, pues, alguna motivación específica que falta en esta dicotomía. Es decir, alguna especie de puente entre el ser y el deber ser. Que no lo hayamos encontrado no es culpa de Kant. Después de todo, a las dos preguntas mencionadas que puedo saber y que debo hacer, él añadía una tercera. ¿Qué puedo esperar? Cuestión que no es meramente especulativa ni estrictamente práctica, sino mixta. Teórica y práctica a la vez. Y aquí introducía
00:04:33 - Kant la cuestión de la felicidad. Detangastada por el mal uso, esta palabra es casi irreconocible.
00:04:40 - Sin embargo, creo que allí está la clave y el punto archimédico de las diferencias éticas.
tal vez se haga falta en estos finales del milenio una reflexión renovada sobre algo que al fin y al cabo es como dijo Aristóteles lo que todos los hombres sin excepción desean.