Episodio 26: Filosofía: cinco minutos 26
00:00:00 - Cuanto más ondamente se angustia, tanto más grande es el hombre.
00:00:10 - Hace un siglo y medio, el danés Sonnen Kierkegaard, en una hora titulada El Concepto de la Angustia, adelantó con esta frase lo más central de la problemática de la autenticidad que los existencialistas actuales han puesto en primer plano. La capacidad de angustiarse es la medida de la hominidad y también de la autenticidad de asumir nuestro estado existencial de humanos. Pero ¿qué es la angustia? Para la experiencia común es un estado vital, emotivo, tensional, ante una expectativa penosa. Esta sería la periferia, la cáscara del angustio existencial a que se refería
00:00:57 - Kirchgaard y que es un fenómeno mucho más complejo. Fue Heidegger quien expresó la distancia entre la cáscara y el núcleo. Al decir que mientras en la experiencia vulgar nos angustiamos por algo, en la experiencia profunda, existencial, nos angustiamos por nada. La angustia concluye, nos patentiza la nada, la limitación absoluta y radical de toda existencia, de la nuestra misma.
00:01:28 - Está claro, y hasta el hombre no reflexivo lo percibe, que angustiarse no es lo mismo que tener miedo porque el miedo es concreto causado eventualmente combatible y superable. La angustia no. Es más bien una desazón o disconformidad, una captación de evacuidad, de no plenitud, de indefinida carencia, de inquietud no acquietable. Es en definitiva una experiencia de desajuste, de que algo no está bien, no está donde debe estar o no es como debe ser. Todos hemos experimentado alguna vez este estado del cual se sale tan inexplicablemente como se entra y siempre se en causas aparentes. Por lo tanto, uno no se angustia porque quiere, cuando y como quiere, sino que la angustia simplemente se me da. Y sin embargo nos dice Kierkegaard que todos deben correr la aventura de aprender a angustiarse e incluso afirma que quien ha aprendido a angustiarse en de vida forma ha aprendido lo más alto que cabe aprender. Pero este aprendizaje no es es un aprendizaje como los demás, no es la transmisión de un conocimiento y de una técnica o una habilidad porque la angustia no es nada de eso.
00:02:59 - Por tanto, aprender a angustiarse es en realidad aprender a ponerse en situación de que la angustia se dé.
00:03:08 - ¿Cuál es entonces el tipo de situación, si la hay, que permite la emergencia de la angustia?
00:03:16 - Y aquí, quizás sí, podamos avanzar algunas ideas al hilo de las querpedorbianas.
00:03:22 - En primer lugar, la angustia es una experiencia íntima, no compartible como tal, que provoca una apreciación de pesadez de las cosas, de la realidad.
00:03:34 - La angustia es lo contrario a la diversión y la frivolidad, solo quien se concentra, quien constata su limitación, su imperfectión,
00:03:44 - Que sea culpas y frustraciones, solo ese se coloca en situación de tener una experiencia de angustia existencial.
00:03:52 - Por eso podemos aprender, es decir, aceptar a angustiarnos en la medida en que nos volquemos a la interioridad y la reflexión.
00:04:02 - Por la misma razón podemos hacerlo contrario, sistemática y voluntariamente.
00:04:07 - Y eso significa que si bien la angustia es algo que se da y en tanto se da mes ajena como objeto de mi voluntad y mi libertad, también es cierto que se da en ciertas condiciones que sí puedo procurar como conducentes a una mayor vivencia auténtica de mi hominidad.
00:04:26 - Por eso, la grandeza del hombre como hombre puede medirse por su capacidad de no evadir la angustia, sino de aceptarla, como expresión de su autoconciencia, de su madurez espiritual y de su autoaceptación.
00:04:41 - Kierkegaard fue muy leído, todavía lo es, pero poco imitado. Su misma vida de dolor, tristeza y frustraciones no parece un modelo exitoso de filósofo ni de persona. Hasta se podría sospechar que la angustia era para ir a un estado habitual y comprensible y eso explica que encabezara con ella sus reflexiones filosóficas. Kierkegaard podría contestar que se argumentó a Ominem es una prueba de la casi universal tendencia a la diversión, al escapismo y a las racionalizaciones. Sin duda, no le faltaría razón.