Junio  28, 2021

Episodio 1: Recordando a mi madre - por Ana María Careaga

Esther Ballestrino de Careaga fue secuestrada el 8 de diciembre con la mayor parte del grupo en la Iglesia Santa Cruz ubicada en el barrio de San Cristóbal de la ciudad de Buenos Aires. Fue llevada directamente al centro clandestino de detención ubicado en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), bajo el control de la Marina Argentina, donde fue recluida en el sector denominado "Capucha". Allí permaneció aproximadamente 10 días, lapso durante el cual fue constantemente torturada, víctima de los vuelos de la muerte, y encontrado su cuerpo en el cementerio de Gral. Lavalle.
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00:00:00 - Nombrar a Esther no es solamente recordar a mi madre, sonrar la memoria de una mujer comprometida con la realidad de su tiempo, una militante de la vida, de avanzada para su época.

00:00:12 - Fue una luchadora latinoamericana, nació Nuruwai, su mamá era Paraguay y su papá Uruguayo y ella se crió en Paraguay. Allí se formó y abrazó las causas emancipatorias desde una sensibilidad particular para con los sectores sociales más necesitados, los excluidos. Fue fundadora del Movimiento Femenino del Partido Revolucionario Febrerista de Paraguay y en la Argentina una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo. Evocarla es recordarla desde sus diferentes modos de estar en la vida, como madre, como mujer, profesional, luchadora y una persona de bien, honrada, sencilla, solidaria.

00:00:56 - Nuestra casa de puertas abiertas abrigaba a toda persona que lo necesitara y la mesa, como diría nuestro padre, fue un escenario plural donde se discurría sobre los más altos y nobles valores de la vida y se recibía a los comensales sin preguntar jamás su signo partidario.

00:01:18 - En ese ambiente cálido y pleno de afectos nos criamos, en el que la oscura noche que habría de empañar la vida de miles y miles de familias y de la sociedad toda, aún no había cubierto de muerte y desaparición el suelo argentino.

00:01:35 - Recuerdo una oportunidad en que ella nos había advertido que iba a venir a visitarnos una luchadora, una mujer que había estado muchos años presa y había sido brutalmente torturada.

00:01:46 - Llegó por la tarde y traía colgando del brazo una bolsa con regalos.

00:01:51 - Venía de la entonces unión soviética donde se había refugiado, luego de su liberación de la cárcel de Paraguay.

00:02:00 - Había que elegir el regalo y yo elegí una muñeca rusa.

00:02:03 - Me fascinaba ese enjambre de mujeres que salían unas de otras y podían ser guardadas de nuevo, vueltas al origen para sacarlas nuevamente en una búsqueda de repetición de las que entonces no podía imaginar siquiera su alcance metafórico.

00:02:23 - No recuerdo la edad que tenía entonces, pero sí que era una nena y me gustaba jugar con muñecas. Estaba feliz con mi regalo. No la pierdas, me dijo la invitada. Todavía resuenan en mí para siempre. Esas palabras que a manera de contraorden se convertirían en un destino fatal. Nunca me olvidé de esas muñecas mujeres que se reproducían y se protegían a la vez con su cuerpo que hacía las veces de envase de la siguiente más pequeña en tamaño hasta llegar a la última.

00:03:00 - Pienso hoy en esas otras mujeres nuestras, las madres, que al perder parte de sí mismas de sus propios cuerpos, sus hijos e hijas, salieron al ruedo a dibujar para siempre una ronda infinita que sembró de pañuelos blancos las plazas y las almas de las personas de bien. Y así el hijo, recordar la Esther, noble, generosa y capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquier persona en cualquier parte del mundo. Por eso está presente entre sus seres queridos, entre sus compañeras y entre quienes conservan la memoria de sus preciosas huellas.

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